La molestia entre los usuarios es general. Aduciendo razones de fundamentos más que discutibles la SGAE ha logrado introducir gravámenes en muchos productos que ellos consideran útiles para la piratería. Comenzaron por los CDs y DVDs vírgenes y sus planes de expansión del impuesto perduran. El año pasado, haciendo gala de una gran entereza ante sus desastrosos resultados a causa de la piratería, la sociedad en cuestión registró los mayores ingresos de su historia.
Por otro lado, el mundo de la creación genuina, siempre incómoda en despachos alicatados con los billetes de la tasa, cada vez se siente más ajena a las sociedades de autores. No suelen recibir muchas compensaciones por su labor de creación y ven cómo productos envasados de inferiores características y pertenecientes a multinacionales se llevan los beneficios.
Probablemente, en los miles de años de historia de la humanidad, nunca sus trovadores fueron tan ajenos al oyente como en la actualidad. La sensación de abuso que tanto perciben los usuarios ha llegado para quedarse. Nadie va a volver a usar la guitarra para cantar contra las injusticias ni va a hacer películas delatando este tipo de abusos?¿o tal vez sí?
Los usuarios denunciaban que la compañía los había rastreado incluso cuando usaban el modo privado…
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