En concreto se han dado cuenta de que las escamas de las alas actúan como resonadores ópticos de baja masa térmica, modulando la cavidad óptica a través de su expansión térmica y el cambio en el índice de refracción.
Gracias a esto se convierte el calor infrarrojo en cambios visibles de iridiscencia. Luego han utilizado un recubrimiento de nanotubos de carbono de pared simple para permitir la detección de calor con una resolución de 0,02 ºC y una respuesta de 35-40 Hz.
Pero no sólo eso, sino que además no es necesario el uso de un disipador y encima permite una mejor detección, más rápida, precisa y fiable, con un gasto de fabricación muchísimo menor.
Un avance del que seguramente nos beneficiaremos todos, aunque sabiendo que está financiado por DARPA con 6,3 millones de dólares, tristemente de manera muy probable también se usará para fines militares a la hora de detectar y acabar con blancos. [Medgadget]
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