Las gafas de Google son algo que está cada vez más presente y todo el mundo ha aprendido a aceptar que son un futuro cada vez más cercano. Esta semana Google invitaba a una nueva ronda de desarrolladores a probarlas y, si bien todavía no se sabe cuándo saldrán al mercado, parece claro que ese momento se está acercando a bastante velocidad. Toca entonces hacerse la pregunta más importante de todas: ¿serán realmente las Google Glass una revolución o se quedarán en fracaso?
Una de las claves para esto será el momento y el estado en el que las Google Glass lleguen al público. De momento, si se echa un vistazo a los análisis de los que las han probado, están todavía bastante verdes como para que pudiesen tener la más mínima oportunidad de éxito, especialmente si salen a la venta por más de 200 dólares. Entre las críticas, se dice que la batería dura apenas unas horas (menos que un smartphone), que marean o dan dolor de cabeza y que provocan movimientos de los ojos poco naturales.
Uno de los temas que parecía que iba a ser el principal inconveniente, el de “llevar algo en la cara” o el simple tema estético parece que al final es lo de menos. Aunque Tim Cook aseguró alguna vez que la gente no suele llevar gafas si no las necesita y que algo en la muñeca es más natural, un estudio del Goldsmiths’ College de la University of London segura que solo al 18% les preocupa este tema. Lo que dice la gente en general es que no les ven demasiada utilidad.
El reto de la privacidad
El otro gran reto al que se enfrentará Google cuando sus gafas salgan al mercado será a todos los “peros” que pongan autoridades y usuarios con un tema principal: el de la privacidad. Lo que más se ha elogiado de las Google Glass en estas fases previas es lo fácil que resulta hacer fotos, pero esa es también la razón por la que en algunos restaurantes y bares están ya prohibidas: hacer fotografías sin que nadie se entere (y que sea tan fácil) crea bastantes desconfianzas.
Y por último otro aspecto que no está claro si jugará a su favor o en su contra: todo el hype que han ido y continuarán creando alrededor de un producto que al final los usuarios han visto casi nacer. Una estrategia opuesta a la de Apple, que intenta guardar secretos para luego sorprender, y que podría provocar dos resultados : que cuando las Google Glass se pongan a la venta para la gente de a pie todo el mundo las quiera y necesite (esto es bueno), pero que tras todas esas expectativas creadas, supongan una gran decepción (esto sería malo).
¿Pasarán dispositivos como las Google Glass a ser algo más que un producto marginal? Son muchos los que se preguntan si su destino no será el mismo seguido por el Segway: un aparato extraño que iba a cambiar cómo la gente se desplaza, pero que al final se quedó atado al turismo urbano y a actividades en grupo. Es de esperar que, si las Google Glass no son la revolución que prometen, sus creadores sigan un destino mejor al del dueño de Segway (que se precipitó por un acantilado al no controlar bien el aparato). Nadie le desea nada malo a Sergey Brin.
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