Startups, innovación y emprendimiento en los BRICS: III) China
La segunda economía del mundo es también un efervescente ecosistema de startups y emprendimiento. Y un interesante lugar donde invertir.
Sin lugar a dudas, la gran potencia económica de los BRICS es China. El gigante amarillo es la segunda economía mundial, con un PIB de 10,35 billones de dólares en 2014, sólo por detrás de Estados Unidos. En China todo es a lo grande: la innovación, el emprendimiento, las inversiones… y también las oportunidades de negocio.
Comenzando nuestro reportaje por la innovación, apreciamos que esta es una de las prioridades del país asiático. Desde principios de este siglo, China ha apostado por la economía del conocimiento como una forma de asegurar el control sobre su crecimiento a largo plazo, más allá de su actual función de fábrica del planeta. El último ‘Índice Bloomberg’ de las economías más innovadoras del mundo coloca a China en el puesto 21.
Son varias las instituciones públicas chinas que impulsan la innovación en el país, como la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, el Ministerio de Ciencia y Tecnología, la Academia China de Ciencias o el Laboratorio Conjunto de Inteligencia Artificial y Computación Avanzada. Instituciones abiertas, eso sí, a la colaboración con compañías privadas, como Dell o Intel.
Los proyectos de I+D+i en China se centran en una decena de áreas: tecnologías de la información, biomedicina, energías limpias, transporte ferroviario y marítimo, agricultura, industria aeroespacial o robótica. Dentro de las TIC, son destacables las iniciativas en los campos del comercio electrónico, pagos móviles, servicios online, cloud y big data. El Plan Internet + del Gobierno chino quiere promover un mayor crecimiento económico a través del ecommerce y los servicios en línea.
Aunque el gasto en investigación y desarrollo en China sigue por debajo del 3% del PIB marcado como cifra ideal para las grandes economías, en los últimos seis años ha pasado del 1,5% al 2%, y las autoridades chinas tienen previsto seguir aumentándolo. A este fin, el plan Made in China 2025 tiene como objetivo reconvertir la producción industrial en 10 años, pasando de la actual producción masiva de productos baratos a la creación de productos y servicios de alto valor añadido.
Made in China 2025 promueve el desarrollo de las llamadas “industrias estratégicas emergentes” a la par de la modernización de las industrias tradicionales. Como corresponde a un modelo de economía mixta, la participación del Estado es importante, aunque también hay sitio para los mecanismos del mercado.
Todas estas iniciativas están empezando a dar sus frutos. No es de extrañar que cada vez más ejecutivos del mundo de la tecnología, como Reid Hoffman, cofundador de LinkedIn, citen China como el segundo polo mundial de la innovación, en alternativa a Silicon Valley, en los próximos años. Un sistema educativo que garantiza el talento, un enorme mercado interno y la apertura de la innovación a casi todos los sectores están propiciando interesantes innovaciones, dentro y fuera del campo tecnológico.
Panorama del emprendimiento
El carácter dual de la economía china, con un sistema capitalista en el que el Estado mantiene cierto control sobre la economía y posee empresas estratégicas, tiene gran influencia en cómo se emprende en el país.
En la economía de mercado socialista conviven grandes empresas estatales, joint ventures de corporaciones extranjeras y socios locales, y compañías participadas por sus trabajadores o por instituciones del Estado, como Huawei o Lenovo. En este panorama de grandes compañías y elevado peso del sector público podría pensarse que el emprendimiento no es muy pujante en China, aunque en realidad es un fenómeno que está creciendo a un ritmo acelerado.
No hay más que fijar la vista en el distrito tecnológico de Zhongguancun, en Pekín. En una de sus avenidas tienen su sede varias incubadoras que acogen a centenares de startups con gran potencial de crecimiento. Talleres sobre cualquier aspecto que deba conocer un emprendedor conviven con reuniones en las que los nuevos empresarios chinos muestran las virtudes de sus proyectos a ángeles inversores y capitalistas de riesgo.
En Zhongguancun, los emprendedores disfrutan de interesantes ventajas respecto a otras zonas del país. Alquiler barato y servicios, como registro de patentes o consultoría legal, fiscal y laboral, gratuitos durante un año son las principales. También la celeridad: pueden crear una empresa en sólo cuatro días laborables. Y por si fuera poco, disponen de una VPN que elude los habituales controles chinos sobre Internet.
Sin embargo, distritos de emprendimiento como Zhongguancun son escasos en China. En otras ciudades las ayudas de que disfrutan estas startups son impensables, a pesar de que la solución a problemas como la competencia india y la poca presencia de empresas chinas en el extranjero podría estar en el impulso al emprendimiento privado.
En sentido estricto, únicamente Pekín –y quizás Shanghai y Shenzhen– está en condiciones de ver surgir un ecosistema de emprendimiento al estilo de Silicon Valley. La capital cuenta con escuelas técnicas de prestigio –como las de Tsinghua o el Politécnico de Pekín-, una fuerte presencia de fondos de capital riesgo y empresas satélite como bufetes de abogados y firmas de contabilidad. Sin olvidar la comunidad de empresarios veteranos que emprenden por segunda o tercera vez.
Para reducir esta centralización del panorama emprendedor, el Gobierno está promoviendo la construcción de parques tecnológicos y ofreciendo incentivos fiscales en otras zonas del país, pero por el momento falta apoyo para atraer actividad empresarial fuerte a otras áreas.
Ecosistema de startups
En un país de 1.350 millones de habitantes, todo es a lo grande, y las startups no son una excepción. En España, una startup media puede facturar 30 millones de euros tras su primer lustro de actividad y tener presencia en algunos países de Europa y Latinoamérica. En China, compañías fundadas hace cinco años, como Xiaomi, son ahora gigantes mundiales presentes en cuatro continentes.
Así, no es de extrañar que China sea el segundo país del mundo con mayor número de unicornios –33 startups valoradas en más de 1.000 millones de dólares-, e incluso cuente con unos cuantos decacornios, o dragones como los llaman allí: nuevas empresas con más de 10.000 millones de dólares de valoración.
Tradicionalmente, las empresas chinas se han centrado en su mercado nativo, suficientemente grande para crecer y mantener una elevada cifra de negocio, por lo que son pocas las que conocemos en Occidente. Muchas startups se guían por esa misma política, aunque los ejemplos de Alibaba y Xiaomi están cambiando poco a poco la mentalidad, abriéndola a la presencia internacional.
Entre las startups chinas que han trascendido la Gran Muralla, fundamentalmente por su volumen, destacan el fabricante de smartphones Xiaomi, creado en 2010 y valorado en 46.000 millones de dólares; la plataforma de descuentos online China Internet Plus Holding, de 2013 y con una valoración de 18.000 millones, y Didi Kuaidi, la alternativa china a Uber que en menos de cuatro años de existencia ha logrado una valoración de 15.000 millones de dólares.
Otras startups referentes del ecosistema chino son la firma de préstamos P2P Lufax, fundada en 2011, y el fabricante de drones DJI Innovations, ambas valoradas en 10.000 millones de dólares.
Si hablamos de sectores, hay una clara preferencia de las startups chinas por el comercio electrónico, siguiendo la estela de Alibaba. La fabricación de dispositivos electrónicos, aprovechando el know-how de las firmas extranjeras implantadas en el país, también tiene mucha importancia. Sin olvidarnos de áreas de negocio emergentes como la economía colaborativa, el fintech, los drones o la tecnología aplicada a la salud y la educación, en las que están surgiendo nuevas empresas que quieren aprovechar todo su potencial.
El Gobierno chino, además, intenta fomentar las startups y las pequeñas empresas tecnológicas mediante la relajación de las reglas de financiación y la reducción de la burocracia y los costos legales para registrar un nuevo negocio. Las empresas privadas están impulsando hoy la economía de China más que las tradicionales empresas estatales, y las autoridades quieren promover estas empresas, prestando especial atención al sector de alta tecnología.
Oportunidades para inversores españoles
La segunda economía mundial es, evidentemente, un mercado más que apetecible para las empresas e inversores españoles. A cambio, China cuenta con dificultades derivadas del idioma, las diferencias culturales y las particularidades de un sistema económico y político en el que el Estado todavía tiene un peso significativo.
Habitualmente, los negocios en China se miran bajo el prisma de la deslocalización: conseguir productos más baratos de fabricar que en España, bien comprándolos directamente, bien encargando su fabricación a un socio local. Sin embargo, la creciente importancia de la demanda doméstica hace de China un país atractivo para la exportación, especialmente de productos agroalimentarios, maquinaria y bienes de equipo y productos de lujo.
En cuanto a las inversiones, la política de atracción del Gobierno chino es cada vez más selectiva, dando prioridad a la inversión en sectores de energía limpia, alta tecnología e I+D, mientras que dificulta la inversión extranjera en sectores de escaso valor añadido. Distribución comercial, turismo, energías renovables y servicios de educación, ocio e Internet son los sectores más atractivos, según el ICEX.
De las casi 200 empresas españolas establecidas actualmente en China, menos de 10 están relacionadas con la tecnología. Se trata de Ikor, Inelmatic, Lantek, Network Outsourcing, Premo, Teldat y Televés. Vemos, por tanto, que el sector TIC, más allá de la importación, todavía tiene mucho potencial para establecerse en el país.
Los inversores españoles que quieran iniciar negocios en China pueden dirigirse al Departamento de Gestión de la Inversión Extranjera, dependiente del Ministerio de Comercio, que tiene entre sus funciones gestionar las solicitudes de inversores extranjeros. El régimen de inversiones extranjeras tiene como marco de referencia el Catálogo para la guía industrial de inversión extranjera de 2015, que clasifica los proyectos en tres categorías, según el sector: incentivados, restringidos y prohibidos.
Los sectores incentivados incluyen, entre otros, las nuevas tecnologías (especialmente el desarrollo de banda ancha, infraestructuras de seguridad en Internet y software en la nube), las manufacturas de equipamientos de alto valor añadido (como aeroespacial y de telecomunicaciones), biotecnología, semiconductores y vehículos eléctricos. Entre los incentivos, destaca el tipo impositivo reducido del 15% en lugar del 25%, y las vacaciones fiscales 2+3 (dos años sin pagar impuestos y tres con una reducción del 50%). Estos incentivos, no obstante, sólo se aplican a las empresas tecnológicas y a las que se asientan en determinadas áreas del país.
Por último, hay que tener en cuenta que en sectores como el de las telecomunicaciones o el industrial es obligatorio que el inversor extranjero encuentre un socio chino para formar una joint venture de cara a acceder a esos mercados.