Suenan bien. Resultan pegadizos. Podrían ser un nuevo jabón de manos, un accesorio de Teletienda, un personaje de dibujos animados o el mote de algún extranjero que se ha americanizado el nombre al comenzar a vivir en EE.UU. Y ¿por qué no? Quizás también el de un negocio digital que revolucione nuestro mundo tal y como lo conocemos.
Mientras los negocios tradicionales y las pymes siguen optando por denominaciones comerciales claras y ligadas a su actividad profesional (Mudanzas Pérez, Fontaneros García, Abogados Martínez y Cuenca), en el mundo de las startups la tendencia nominativa es cada vez más abstracta. Los emprendedores prefieren que su firma tenga un nombre único y original por muchos motivos. Abogan por juegos de palabras, combinaciones y permutaciones de dos términos más o menos evidentes, bromas, anglicismos, aliteraciones de consonantes o de vocales.
El primer fin que se persigue es la diferenciación. En un ecosistema en rápido crecimiento hay que llamar la atención antes de que surja otra startup que realice una actividad parecida a la nuestra o quiera cubrir ese olvidado nicho de mercado que nosotros perseguimos.
Ese objetivo de unicidad también tiene razones más prácticas. La causa es que cualquier nueva startup necesita su propia página web (y dominio), su propio espacio en redes sociales y quizás hasta aplicación móvil. Con 252 millones de dominios registrados, es más fácil encontrar libres los dominios de palabras que no tengan un significado concreto. Al mismo tiempo, inventar palabras es una forma de cubrirse las espaldas en materia legal, para no tener problemas con empresas ya constituidas. Hay auténticos profesionales de los dominios y las marcas que están al acecho para registrar cualquier nombre genérico o término que se comienza a usar.
Hay otra explicación por la que las startups escogen nombres no concretos. Muchas ideas de negocio que pasan por incubadoras, aceleradoras, mentores e inversores se acaban transformando en proyectos que no tienen nada que ver con el planteado en sus orígenes. Cambia el target, su pitch, business plan y hasta nicho de mercado al que se dirigen. Un nombre genérico le habría hecho un flaco favor a una empresa de este tipo.
La tendencia de los nombres abstractos comenzó hace cosa de dos décadas en Silicon Valley, con la creación de los primeros motores de búsqueda, como Yahoo! (grito popular) o Google (un juego de palabras con googol, la cifra de un 1 seguido de 100 ceros) y se trasladó en la época de la burbuja de las puntocom a otras ciudades de EE.UU, como Nueva York. Así, con el tiempo surgieron firmas como Flickr o Tumblr.
¿Imitación o generación espontánea?
Aún así, hay elementos comunes. Muchas startups se apropian de rasgos o características de otras anteriores que han tenido éxito, como Spotify o Square. Según recoge The Wall Street Journal, los consultores Chistopher Johnson y Nancy Friedman, habrían contabilizado 102 startups que incluyen el sufijo ify o efy, 161 que integran los sufijos ly, li o lee, 28 que cuentan con la palabra “box” y unas diez con el término “square” en sus nombres.
La mayoría de emprendedores no tienen dinero ni voluntad para contratar a un asesor o ghacer un estudio de mercado cuando nombran su empresa. Los nombres surgen de un brainstorming, una noche de borrachera o un momento de inspiración. Aún así, a veces la respuesta se encuentra en la propia Red. Este artículo de Cezary Pietrzak es bastante inspirador. Además, hay un número ingente de generadores de nombres de startups y dominios, para los que no tienen muchas ideas.
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