Imaginemos al capitán de un barco pesquero que está faenando tranquilamente en aguas del litoral ruso.
Por la radio suena una voz que insiste en que es el comandante de un submarino nuclear, le conmina a abandonar la zona pero el pescador no se lo toma nada en serio, supongo que cualquiera de nosotros tampoco haría demasiado caso, pero claro, si eso pasa en aguas de Torrevieja o San Vicente de la Barquera sería más improbable. Pero en la península de Kamchatka yo le haría caso a alguien que por la radio me dice que está debajo de mi en un submarino nuclear. Por si acaso.
Total, que la cosa termina como era previsible, con el submarino nuclear enredado, las dos naves en plan “yo iba por mi derecha y tú te has saltado el stop”. No nos resistimos a imaginar al comandante del submarino y al capitán del pesquero, con el puntillo de vodka totalmente despejado por el susto, sacando los papeles del seguro y rellenando el parte amistoso sobre la cubierta. Y mientras el resto de la tripulación del pesquero al parecer también estaban en estado de embriaguez. Luego pescan lo que pescan. Arrrr. ─[The Washington Post]
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