El estudio se ha llevado a cabo con 25 voluntarios entre 18 y 29 años a los que, usando tomografía por emisión de positrones, se les ha controlado los niveles de dopamina en su cerebro mientras se les planteaba una serie de “trabajos”.
En concreto se trataba de pulsar botones, divididos en tareas más o menos complicadas y con pagos más o menos altos en relación al esfuerzo que requerían.
Gracias a esto comprobaron que los que estaban más dispuestos a esforzarse era aquellos que mostraban niveles más altos en el cuerpo estriado y la corteza prefrontal ventromedial, partes relacionadas con la motivación.
Al contrario, los que no querían hacer mucho tenían altos niveles de dopamina en la ínsula anterior, que se encarga en parte de las emociones y la percepción del riesgo.
Esto demuestra que tratamientos actuales a ciertos síndromes a base de aumentar el nivel general de dopamina pueden ser incluso contraproducente. Y aunque puede servir para conocer más sobre estos síndromes, resulta imposible poder controlar la distribución farmacológicamente.
Ahora por lo menos, si alguien te recrimina el que te pases todo el día rascándote la zona ovípara, podrás echarle la culpa a tu mala distribución de dopamina además de a la sociedad. [Eurekalert]
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