Un grupo de investigadores de la Universidad de Málaga ha creado un simulador en 3D con el objetivo de que robots olfativos realicen pruebas de detección de escapes de gases. En este entorno virtual se recrean las condiciones similares de espacios cerrados como casas u oficinas. Los robots olfativos analizan la composición del aire a través de una nariz electrónica para detectar de qué tipo de gas se trata. También cuentan con cámaras y láseres con los que construyen un mapa que indica la forma de distribución del gas y, así, encontrar la fuente de emisión.
La cualidad invisible de los gases supone el mayor reto de este proyecto a la hora de comprobar si la plataforma cumple con su función. Ante esta dificultad, los investigadores diseñaron el simulador mediante algoritmos matemáticos, utilizando la teoría de dinámica de fluidos para estimar las condiciones del viento en este tipo de entornos y la teoría de filamentos para la dispersión de los gases. Una vez desarrollados estos modelos matemáticos, los investigadores compararon los datos obtenidos con pruebas realizadas en un túnel de viento, para asegurarse de la exactitud del simulador. “Con esta combinación obtenemos las condiciones de viento y el estado de la dispersión de los gases, para cualquier fuente de emisión a considerar en el entorno”, apunta Javier Monroy, investigador de este estudio.
El resultado de ese trabajo es un simulador capaz de recrear tanto entornos simples, como una habitación vacía en la que los gases se distribuyen en forma de pluma, como en espacios más complejos y realistas como por ejemplo una oficina o un apartamento con distintas estancias y muebles.
El grupo de investigación MAPIR han trabajado en varias patentes de narices artificiales para robots móviles. Incorporan distintos sensores, como un dispositivo de olfato artificial que permite reconocer diferentes gases y sus concentraciones. Esta tecnología es de interés para la industria de fabricación de componentes, por ejemplo, que necesiten ciclos rápidos de mediciones.
El estudio, financiado por la Junta de Andalucía, la Comisión Europea y la Swedish Koledge Foundation, podría servir en un futuro para la monitorización de la polución ambiental en ciudades o para mejorar la seguridad de empresas donde se trabaje con sustancias químicas peligrosas.
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