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Un día en el Nokia World (más un vídeo del N97 para el que se aburra con el relato)


7:30. Es la hora a la que nos ha convocado Nokia en el lobby del hotel para desayunar. La idea es salir como a las 8:10 para llegar a tiempo al CCIB, acreditarse y asistir a la puntual conferencia de las 9:00. Claro que la noche antes, Nokia España nos había llevado de cena distendida a los periodistas/bloggers/aspirantes a reporteros españoles para que nos llenáramos los estómagos y se relajaran los ánimos. Me junté con los 20 asistentes españoles en el lobby del hotel, después de haber intentado salir del edificio, medio dormido, por la planta 34. Y, como es lógico, los españoles fuimos los últimos en llegar al último autobús que partía hacia el CCIB, aunque nos hicimos con las primeras filas del salón principal.

Pero antes de llegar al salón, el pasillo que llevaba a él se merece unas palabras. Lo cubría completamente una moqueta fina, verde Nokia, jalonada por altavoces cada dos o tres metros. ¿Música ambiente? ¿Para qué, teniendo en cuenta que en su lugar puedes poner sonidos más o menos paradisíacos? El paraíso para Nokia está formado por grititos de niños jugando en un parque (?), campanadas de aire rural (?), un avión que vuela bajo en una zona residencial (?). Sea como sea, entras en la sala preparado para cualquier cosa, incluso para que no te funcione el Wi-Fi que la de al lado, finlandesa, claro, sí tiene. El bonito Kira cedido por Airis para la ocasión tendrá que esperar a una ocasión más favorable.

Abandono mi tenue intento de live blogging en beneficio de la cámara y me pongo a grabar aquello. Se trata de un espectáculo que sigue fielmente el modelo del marketing agresivo americano. Primero habla el vicepresidente, Mark Selby, un hombre a lo Charles Laughton, tan afable y orondo que podría ser el médico del pueblo (el de los aviones que vuelan bajo) o, claro, un juez. Nos da una idea tan general que no dice nada, pero es una buena intro. Luego sale el propio CEO de Nokia, Olli-Pekka Kallasvuo, una especie de Martin Landau conservado en formol. Él dice algo más como la compra de Symbian, pero no demasiado. Tiene esos modales, esos gestos, propios de las personas que manejan los hilos. Y la memoria escasa de los que los han manejado ya mucho tiempo, por lo que no para de repasar su discurso en algún panel invisible para nosotros, por lo que da la impresión de que nos mira a todos de arriba abajo. Ese “todos” significa 2.000 personas, ¿demasiadas para sentirse incomodadas?

Es el tercer orador el que trae la chicha. Anssi Vanjoki, vicepresidente ejecutivo. Es el más agresivo. Tiene la misión de transmitirnos la nueva categoría de su N97: “mobile computer”. Es un futuro hombre que mueve los hilos, o quizá ya maneje unos pocos. Lo que nos cuenta es un poco la evolución de las especies de Darwin adaptada a la tecnología. Aplausos. Los periodistas nos vamos de allí a otra sala. Turno de ruegos y preguntas con los grandes hombres. Luego, a la salita para los españoles (de nombre irónico: “Manzana”), donde nos atienden distintos representantes de Nokia España.

El resto de la mañana y de buena parte de la tarde se diluye entre entrevistas, grabaciones del dispositivo estrella, comida de bufé y finalmente la esperada conexión Wi-Fi para contaros algo. Y luego, simplemente, preparación para la fiesta de la noche. De la noche europea, esa que empieza a las 6 y media y acaba a las doce. Era en la sala Razzmatazz y, capaz de acoger a esos 2.000 asistentes. Había representantes de todos los continentes salvo Oceanía en aquel lugar. Y, aunque había más hombres, al menos un tercio eran mujeres de todos los rincones del mundo. Mmm, una lástima que en la barra libre no entraran alcoholes fuertes. Aunque sí el suficiente alcohol para que unos cuantos españoles acabáramos disfrazados en la zona de Karaoke gritando La bamba.

A las 12:30 dejamos el garito. La fiesta continuaba en la sala Carpe Diem, pero la jornada había sido larga y nos fuimos directamente al hotel. Aunque me costó dormir. Intentaba calcular cuándo podría editar los vídeos grabados, qué pondría en este amago de crónica y, sobre todo, cuántas de esas periodistas, desarrolladoras y Nokiagirls seguían de fiesta en ese momento… — Rafa M. Claudín

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