Imagínese que está perdido en una ciudad extranjera, no habla su idioma
y además llega tarde a una reunión. No hay nada más fácil que sacar el
móvil su cámara incorporada, tomar una fotografía del edificio más
cercano y enviarla. Por una pequeña cuota, una software de
reconocimiento de imágenes instalado en un servidor remoto le dirá dónde
se encuentra exactamente y le reenviará la información y direcciones
necesarias para que llegue a su destino. Esto es, al menos, lo que dos
investigadores de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido, esperan
que haga algún día su software.
Roberto Cipolla y Duncan
Robertson han desarrollado un programa que puede reconocer una
fotografía de entre una base de datos de imágenes. Esta base de datos
contiene una representación tridimensional de una calle real, por lo que
el software puede calcular dónde se encuentra el usuario en un radio de
un metro.
En ciertos aspectos este sistema es mejor que el GPS,
que determina la situación de un usuario en un radio de 10 metros, y que
a menudo es inútil en ciudades de grandes edificios que impiden a los
satélites localizar los dispositivos con módulos GPS instalados. Además,
el posicionamiento GPS a través de un teléfono móvil tiene una precisión
de entre 50 y 100 metros.
Cuando el sistema de estos dos
investigadores recibe una imagen, comienza a identificar las líneas
verticales y horizontales. Después, cuadricula la imagen de forma que
las líneas queden paralelas unas con otras, lo que permite al software
buscar características útiles como las esquinas de las ventanas o
puertas, y extraer el color o la intensidad de los píxeles que las
rodean. Posteriormente, busca en los fondos de la base de imágenes
utilizando la señal del teléfono móvil como guía. Finalmente, utiliza
las diferencias entre las dos imágenes para calcular la posición del
usuario.
Pero esta es una explicación muy básica, ya que el
software es capaz de emparejar dos imágenes incluso cuando han sido
tomadas en diferentes momentos del día, desde diferentes ángulos y a
pesar de la confusión que podrían ocasionar peatones y vehículos que
aparecieran en la fotografía.
No obstante, el futuro comercial de
este sistema es algo incierto. La cuestión es: ¿cuánta gente está
dispuesta a pagar por esto y cuántas veces lo utilizaría? Por ahora, no
es algo que preocupe demasiado a Cipolla y Robertson, que el pasado mes
de marzo recibieron fondos para empezar a trabajar en un prototipo que
cubra todos los edificios del centro de la ciudad de Cambridge.
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