La única diferencia entre este reloj y cualquier otro es que el 12 está girado 90 grados sobre su posición habitual. La primera impresión es que los diseñadores de Maezm no se han comido demasiado la cabeza. Pero te pones a pensar en las implicaciones de ese pequeño cambio y, bueno, quizá no sea tan pequeño. Por un lado, no tienes que dislocarte el cuello para ver la hora en el reloj del vecino cuando vas en el metro. Por otro, pierdes la oportunidad de iniciar una conversación intrascendente con una buena moza, por ejemplo. Y, si se extendiera como costumbre, se echarían a perder los chistes (pésimos, aunque aún los suelto) relacionados con el supremo instante de pedir la hora. Quizá los de Maezm no se hayan comido la cabeza, pero a mí ya sólo me queda un cacho. Será esta gripe que me tiene afiebrado. — Rafa M. Claudín [Design Boom]
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