Los estudios a favor y en contra de los videojuegos se pueden contar por centenares. Unos afirman que mejoran la recepción, agilidad y concentración, otros señalan que pueden generar dependencia, como si de drogas se tratara, y que les aísla en un mundo imaginario. Soy de las que piensa que puestos a escoger, prefiero que interactúen con la pantalla jugando a que se pongan delante de ella, de manera pasiva, a ver la Televisión, a la que se tachado de Caja Tonta infinidad de veces.
Jon Erpenbach debe pensar lo contrario porque no se le ha ocurrido otra cosa que proponer un impuesto adicional del uno por ciento a los videojuegos, dinero que se destinaría a financiar un sistema de detención juvenil. No se le habrá ocurrido pensar a este caballero que el estreno, este año, de una nueva película de Rambo, por ejemplo, podría estar más relacionado con el crimen juvenil.
El objetivo específico, según nos cuentan en TG Daily, es generar el suficiente dinero como para permitir que los niños de 17 años sean tratados como menores. Y es que en Wisconsin un chaval de esta edad acusado de un crimen es considerado adulto.
El hecho de que la industria de los videojuegos sea una de las más saneadas, lucrativas y con mejores perspectivas del mercado parece que tiene mucho que ver a la hora de buscar un filón con el que costear proyectos, independientemente de si es “culpable” del crimen juvenil.
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