Varios psicólogos de la Universidad de Princeton han hecho un descubrimiento bastante importante por el cual se demuestra que las fuentes disfluentes, es decir, raras, complicadas o simplemente feas, ayudan a memorizar ya que debemos esforzarnos para comprender lo que está escrito.
De hecho cuanto más fácil de leer sea un texto, menos esfuerzo costará y por tanto más difícil de recordar será.
Esto parece algo sin mucha importancia, pero desde hace años los tipógrafos se esfuerzan por crear fuentes con usos muy concretos y este hecho trastorna irremediablemente la creación de fuentes a partir de ahora.
Ahora queda crear un compromiso entre letra que nos resulte complicada, pero que además se pueda leer al menos con cierta soltura.
Además por fin tiene sentido la mala letra de los médicos, no es que sean poseídos por espíritus y hagan las recetas con lectura automática sino que lo hacen para que nos acordemos del nombre…— Dani Burón [Daily Mail]
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