Pero no sólo eso, previamente decidieron recoger donativos vendiendo pulseras a 5 dólares para poder comprarle una bomba y un glucómetro continuo Medtronic, valorados en 6.800 y 700 dólares respectivamente, así como las recargas de tres meses. Aún así les sobró dinero y lo han donado a otra familia y organizaciones.
Pero lo curioso del caso, aparte de ver como meten tripa deformando sus tatuajes, es que aunque ahora les pueda parecer curioso y solidario, lo gracioso vendrá cuando pasen unos años.
Sí, porque para entonces sería como cuando si se hubieran tatuado un móvil ladrillo en la oreja. Posiblemente dentro de 10 años ni su hijo lleve esto ni se siga vendiendo, pero bueno, si les gusta que más da.
Esperemos que la cura de la diabetes se consigan cuanto antes, no sólo por los diabéticos del mundo, sino para evitar que se sigan haciendo tatuajes rarunos. [Parentscentral]
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