Varita Kymera Wand
Un mando universal sin botones que permite controlar hasta 13 funciones por arte de magia y de la tecnología de infrarrojos.
Hace menos de un mes se lanzaba al mercado español uno de los gadgets más originales de los últimos tiempos y de los más curiosos que han pasado por la redacción de ITespresso. Aunque su apariencia engañe, en realidad se trata de un mando universal programable con hasta 13 funcionalidades diferentes que se pueden ejecutar mediante distintos movimientos.
La Kymera Wand requiere dos pilas triple A para su funcionamiento. Tras introducirlas, se debe activar poniéndola en horizontal y agitándola, lo que la hará iniciar el modo “práctica”.
Para comenzar a usar el dispositivo es recomendable realizar un tutorial de iniciación, siguiendo al dedillo las indicaciones del manual de instrucciones. Para cualquier otro producto, hasta se podría saltar el cursillo, pero en este caso es muy importante familiarizarse con las distintas acciones de la vara. Ésta irá indicando si los movimientos se realizan correctamente a través de unas pequeñas vibraciones.
Tras ello, es hora del siguiente paso: la configuración o modo “aprendizaje”. Antes de nada, hay que advertir que se trata de un proceso largo y que puede resultar bastante farragoso. La carencia de botones es parte de la magia del producto, pero también complica enormemente esta tarea.
Como señal indicadora de que se quiere comenzar la programación, se debe sostener este peculiar mando universal con la punta hacia el techo y dar un pequeño golpe en el área central. Posteriormente, el usuario tendrá que elegir un movimiento de entre la docena de posibles y “asociarlo” a una función de un mando a distancia (del televisor, vídeo, DVD, consola, minicadena, aire acondicionado, etc). Esto se lleva a cabo, ejecutando primero la acción con la varita y luego pulsando el botón del mando correspondiente (subir el volumen, cambiar de canal, apagar, etc) mientras se enfoca hacia la punta de la Kymera Wand.
Este ritual se efectuar tantas veces como se desee asociar con una prestación, por lo que puede prolongarse bastante. La ventaja es que la varita no tiene que estar ligada únicamente a un solo mando o equipo casero, sino que se puede vincular con 13 distintos (cada movimiento para un comando de cada equipo).
Todo el tedioso proceso merece la pena al comprobar las caras que ponen las visitas cuando te observan, primero, blandiendo el mando y después consiguiendo, gracias a tus gestos, reproducir una canción en la minicadena, encender la televisión o abrir la bandeja del DVD. Una vez que se controlan los movimientos los efectos son bastante certeros, no obstante, en las primeras ocasiones es natural que al intentar ciertas acciones salgan otras diferentes.
Es fundamental aprender a interpretar convenientemente el feedback de la varita, que se comunica con el usuario a través de latidos más cortos o largos. Al principio, descifrarlas resulta complicado y es posible que más de uno se pierda en el proceso de configuración. Una vez que se “habla” este “idioma” de vibraciones, todo será coser y cantar. Los comandos pueden ir actualizándose con los nuevos equipos que llegan a casa para no quemar la experiencia y garantizar que resulta tan divertida como los primeros días.